7ª Lección sobre Santuario: Cristo, La Respuesta
Hemos venido señalando en este estudio que el santuario terrenal era purificado una vez al año. Dicha purificación se hacia en el Día de la Expiación, un día importante y solemne para el pueblo
de Israel. Era un día sagrado en el cual se prohibía hacer toda clase de trabajo. Era la piedra angular de todo el sistema de sacrificios. Cualquier persona que no hubiese hecho las preparaciones
debidas, afligiendo su alma y asegurándose de que todos sus pecados habían sido llevados dentro del santuario, era eliminada de su pueblo. Así lo leemos en Levítico 23: 29 - "Toda persona que no
ayune en este día, será eliminada de su pueblo". De manera que el Día de la Expiación era una ocasión solemne porque todo el mundo tenía que examinarse a si mismo con el fin de determinar si sus
pecados habían sido llevados dentro del santuario. Repasemos ligeramente cada uno de los pasos necesarios para obrar la separación entre el pecado y el pecador y transferir el pecado
santuario.
Recordaremos que, en primer lugar el pecador debía experimentar un verdadero arrepentimiento en representación del cual traía un holocausto a la entrada del Tabernáculo. Allí ponía sus manos sobre la cabeza del animal y confesaba su pecado. De este modo transfería sus pecados simbólicamente sobre el animal. Luego tomaba un cuchillo y degollaba la víctima inocente puesto que era necesario que ella muriese por sus pecados. Después, el sacerdote recibía en una vasija parte de la sangre que derramaba el animal, el cual figurativamente llevaba los pecados, y se dirigía hacia el santuario donde la rociaba sobre el velo. De este modo era perdonado el pecado del hombre y transferido al santuario. Dado el elevado número de personas que participaban en este acto ceremonial, fácilmente se vera que en el transcurso de un año se acumulaba una enorme cantidad de pecados dentro del tabernáculo. Pero Dios había dispuesto que una vez al año estos pecados debían ser quitados de en medio del santuario por medio de un proceso de purificación. En nuestro último estudio, vimos cómo el sacerdote tomaba parte de la sangre de la ofrenda por el pecado, la llevaba en una vasija al lugar santísimo, y rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de las tablas del pacto, indicando de este modo que se había cumplido con todos los requisitos de la Ley violada por el hombre. Después, figurativamente, cogía los pecados y los llevaba fuera del santuario para colocarlos sobre la cabeza del chivo expiatorio que finalmente era conducido fuera del campamento del pueblo de Israel y soltado en un lugar descampado para que muriera. De esta manera quedaba purificadlo el santuario en el gran Día de la Expiación.
Hemos visto que el Señor Jesucristo, entró a través del velo al Lugar Santísimo del Santuario Celestial en octubre de 1844 para iniciar una obra de expiación final. Ya han pasado más de ciento cincuenta años desde su comienzo, y a mi me parece que muy pronto esa obra cesará. La persona que no tenga la seguridad de haber confesado todos sus pecados y recibido el perdón se vera separada de Dios para siempre una vez se haya realizado el último acto de expiación en el cielo. Entonces Jesús se levantará y hará la siguiente declaración: "El que es injusto, sea injusto todavía, el que es impuro, sea impuro todavía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía" (Apocalipsis 22: 11). Nuestra única esperanza es el poder de Jesucristo mediante el cual podemos vencer el pecado. Cristo es la única respuesta al problema del pecado.
Pero hoy Satanás está propagando por todos lados una nueva filosofía que está diametralmente opuesta a las enseñanzas expuestas en los servicios del santuario. El enemigo hace pensar a los hombres que Dios pasará por alto sus pecados, o que éstos no serán descubiertos antes de la venida de Cristo. En Números 32: 23 encontramos la siguiente amonestación a la cual debemos estar atentos: "Pero si así no lo hacéis, entonces habréis pecado ante Jehová, y sabed que vuestro pecado os alcanzará ".
o: Cristo, La Respuesta